Ante los supuestos efectos catastróficos del calentamiento global, el Vaticano hizo un llamado a las naciones del mundo para que hiciesen una revolución económica. Insiste en que la destrucción del ecosistema mundial hace necesario un cambio en el estilo de vida y en el consumo de la energía para poder evitar una destrucción sin precedentes de nuestro planeta antes del fin del siglo. Este es solo un ejemplo reciente de la sarta de órdenes que el Vaticano le da a la gente de todo el mundo. La intromisión del Vaticano en los asuntos de las naciones del mundo se ha convertido en un hecho de la vida diaria, a tal grado que ya raramente se menciona.
Verdaderamente el mundo está profundamente enamorado del papa Francisco. Ya sea en la televisión, la radio, sitios noticiosos en la internet, o en videos de YouTube, el Papa Francisco es presentado como el simpático héroe del momento. Lo que la mayoría de la gente no evalúa adecuadamente es la plataforma desde la que habla Francisco. De no ser por el escenario papal, Jorge Mario Bergoglio de Argentina sería desconocido para la mayoría de la gente en el mundo. El sistema papal se mantiene en pie alrededor del mundo como un sistema religioso monolítico e institucional que no tiene rivales. Sin embargo aparenta ser amistoso y acogedor. El papado tiene una riqueza inmensa, un dominio a nivel mundial, y les impone su fe a millones de personas.[1] Siendo la más grande organización en la tierra, demuestra una destreza magnífica en sus muchas empresas.
El sistema papal es una máquina burocrática elitista. Es tan poderosa que incluso el mismo Papa debe ajustarse a su gobierno o atenerse a las consecuencias. Un ejemplo de esto es el asesinato del Papa Juan Pablo I (Albino Luciani) en Septiembre de 1978, tan sólo 33 días después de su elección.[2] En esa ocasión Zenit, la agencia de noticias sobre la Iglesia Católica, reportó que el Cardenal Ratzinger había dicho, “su muerte fue totalmente inesperada. Juan Pablo I parecía gozar de buena salud.” Ratzinger también habría sabido de las muertes anómalas de otros papas. Por ejemplo, entre los muchos asesinatos de papas figuran los de Esteban VII (896-897), estrangulado; Esteban IX (939-942), mutilado; Juan XII (955-964); Benedicto VI (973-974), estrangulado; Juan XIV (983-984), muerto por privación de alimentos en prisión; Gregorio V (996-999), envenenado; Clemente II (1046-1047), envenenado; Dámaso II (1048), asesinado; Pío XI (1939), posiblemente asesinado. Luego en 2013, Ratzinger, el entonces papa Benedicto XVI, presentó su renuncia, aparentemente bajo presión.
Un Resumen de la Historia del Sistema Papal
Durante los siglos cuarto y quinto, cuando las 10 grandes persecuciones habían terminado y Constantino había hecho del cristianismo la religión del imperio, el evangelio fue diluido con el fin de dar cabida a los cultos paganos, a las escuelas filosóficas y a las especulaciones gnósticas. El verdadero culto a Dios y la convicción interior del Espíritu Santo fueron gradualmente sustituidos por un espíritu mundano. Las prácticas de los cultos paganos vinieron a ser asimiladas a lo que se llamó “La Iglesia”, que en realidad se estaba convirtiendo en nada más que una forma de cristianismo exterior y ritualista, ajena a la escritura y privada de vida espiritual y de experiencia. La persecución de los vaudois, de los paulicianos, y luego de los valdenses demuestra que lo que se conocía con el nombre de “Iglesia” se estaba separando más y más de la verdadera fe bíblica. Como tal, se estaba convirtiendo en un feroz perseguidor de cualquiera que apoyase la verdad revelada en el Nuevo Testamento.[3] Desde el principio de la era del Nuevo Testamento, el evangelio ha producido una unidad interior entre los creyentes; sin embargo, la sustitución del ritualismo en el lugar del evangelio produjo una unidad meramente exterior y visible para un sistema institucionalizado. La falaz división entre el clero y el laicado produjo un orden autoritario de tipo sacerdotal-episcopal con dominio parroquial. Éste se convirtió en una jerarquía establecida de clérigos enseñoreándose sobre el rebaño de Dios. Hacia el final del siglo quinto, estos así llamados “sacerdotes” se arrogaban el poder de mediadores entre Dios y los hombres. Estos hombres habían venido a remplazar a los primeros pastores del evangelio, quienes simplemente habían enseñado la Escritura. La Iglesia ya no era la comunión de creyentes en Cristo Jesús, unida por el Evangelio; más bien, en su mayor parte, se estaba convirtiendo rápidamente en un sistema dominado por una jerarquía de obispos y ancianos.[4]
La subida al poder de este sistema religioso que se estaba desarrollando se hizo posible debido a varios factores importantes en el imperio romano. En el año 330 d.C., el emperador Constantino trasladó la sede del imperio romano de Roma a Constantinopla. El vacío de poder que dejó este traslado abrió un punto de apoyo en el cual el sistema religioso que se estaba desarrollando pudiese posicionarse a manera de llegar a tener un mayor alcance al poder civil. El segundo factor fueron las invasiones bárbaras del imperio romano de Occidente, las cuales crearon un caos agobiante, particularmente al interior de la misma Roma. No dispuestos a desaprovechar las cirunstancias, hombres religiosos emprendedores se valieron de ellas para construir paso a paso la estructura emergente de lo que se convertiría en el sistema papal del Sacro Imperio Romano. Luego, a través de la asimilación religiosa de los bárbaros, el obispo de Roma consolidó más y más su lugar como una fuerza unificadora principal que mantenía unida a una sociedad corrupta y despedazada. Así fue como de las ruinas confusas y decadentes del imperio romano de Occidente, el sistema vaticano surgió triunfante y comenzó a apropiarse las prerrogativas de los Césares. Además, afirmó poseer autoridad política sobre todos los gobernantes y reyes del mundo, y afirmó ser la principal autoridad espiritual, no sujeta a ninguno de ellos. Esta fue una de las principales batallas a lo largo de los siglos que duró el Sacro Imperio Romano. A pesar de que la Reforma del siglo 16 finalmente despojó al Vaticano de su estatus en la arena civil, hasta ahora, el Vaticano nunca ha abandonado su deseo de gobernar el mundo, tanto espiritualmente como físicamente.
El Comienzo del Sacramentalismo
Comenzando desde el siglo quinto y continuando durante varios siglos subsiguientes, a medida que nuevas tribus bárbaras deseaban hacerse cristianas, el sistema papal recibió a estas nuevas naciones tal y como eran. Debido a que el verdadero evangelio de la salvación por la gracia sola, por medio de la fe sola, en Cristo solo, habían sido abandonadas por el sistema religioso el cual era cada vez más mundano, no había ningún llamado ni al arrepentimiento ni a la fe. El sistema papal simplemente bautizaba a la gente de estas tribus bárbaras para admitirlos a lo que ellos llamaban “Iglesia”, y sus nombres eran inscritos en sus registros. Esto está diametralmente opuesto a la Escritura, en la cual existe una conexión absoluta entre el Espíritu y la Palabra de Dios, pero no entre el agua física y la gracia. La regeneración, según la Biblia, es efectuada por el Espíritu Santo por medio del instrumento de la Palabra de Dios. Así pues, el Apóstol Pedro proclama, “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.”[5] No obstante, la doctrina papal sobre la supuesta regeneración por el bautismo en agua, que comenzó en esos siglos primitivos, aún continúa en el sistema hasta la fecha presente. El Código de Derecho Canónico, Canon 849 afirma que
“El bautismo [con agua], puerta de los sacramentos, cuya recepción de hecho o al menos de deseo es necesaria para la salvación, por el cual los hombres son liberados de los pecados, reengendrados como hijos de Dios e incorporados a la Iglesia [Católica Romana], quedando configurados con Cristo por el carácter indeleble, se confiere válidamente sólo mediante la ablución con agua verdadera acompañada de la debida forma verbal.”
Así que desde el quinto siglo, hombres llamados sacerdotes, se arrogaron la capacidad de mediar entre Dios y los hombres.
Sin embargo, en la Escritura, ante el Dios Santísimo, un individuo únicamente puede ser salvo por la pura gracia de Dios. La Escritura es más clara que el agua en Efesios 2:8-9, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe.” Efesios 2:7 indica que es en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús que él muestra las riquezas de su gracia, “para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” El significado de la gracia divina es justamente el hecho de que él solo nos salva, y nadie más.
A partir del fin del siglo quinto, el sistema papal comenzó a afirmar que sus sacramentos eran necesarios para la salvación, con lo cual intentaban imitar la gracia salvífica. Muchos siglos fueron necesarios para que este sistema sacramental se desarrollase plenamente hasta llegar a consistir en siete sacramentos; como podemos ver en la actualidad, su doctrina oficial dice lo siguiente, “La Iglesia afirma que para los creyentes los sacramentos de la Nueva Alianza son necesarios para la salvación”[6] Este es el principio rector del sistema papal. Así pues, el día domingo, 3 de mayo de 2015, el papa Francisco obedeció estrictamente este principio rector concerniente a los sacramentos. Él dijo:
Jesús es la vid y a través de Él —como la savia en el árbol— pasa a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Es así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús quiere hacernos entender la importancia de permanecer unidos a Él. … Así es para nosotros cristianos. Insertados con el Bautismo en Cristo, hemos recibido gratuitamente de Él el don de la vida nueva; y podemos permanecer en comunión vital con Cristo. Es necesario mantenerse fieles al Bautismo, y crecer en la amistad con el Señor mediante la oración, la oración de todos los días, la escucha y la docilidad a su Palabra —leer el Evangelio—, la participación en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía y Reconciliación.[7]
El Establecimiento del Sistema con el Papa como su Cabeza
El emperador Justiniano I (527-565), más que ningún otro, fue quien estableció la supremacía del obispo de Roma como cabeza del sistema. Él lo hizo de manera formal y legal colocando los edictos y regulaciones puramente eclesiásticos bajo el control de la ley civil. El historiador Le Roy Edwin Froom resumió lo sucedido,
“El tercer gran logro de Justiniano fue la regulación de los asuntos eclesiásticos y teológicos, lo cual fue coronado por la carta decretal imperial que sentó al obispo de Roma en la Iglesia como ‘Cabeza de todas las santas iglesias’, echando así el fundamento legal necesario para la supremacía eclesiástica del papa.”[8]
El decreto del emperador Justiniano no creó el oficio del Papa, sino que más bien estableció el fundamento legal para que el obispo de Roma pudiese avanzar en su poder gubernativo. El emperador deseaba detener la caída del imperio, así que impuso la unidad eclesiástica. Luego el obispo de Roma se convirtió en cabeza de la iglesia del imperio romano. Más tarde, el título de “papa” comenzó a usarse para referirse al que estaba sentado como “obispo de Roma”, quien estaba ahora en libertad de usar la espada civil de coerción que le había sido otorgada por el decreto de Justiniano. Anteriormente, la unidad eclesiástica había llegado por medio de la persuasión moral del Evangelio y de la Escritura, la cual salvaba individuos que luego vendrían a ser luz y sal para sus respectivas sociedades civiles. Fue así como, en el siglo octavo, el poder civil llegó a las garras del papado. A medida que el poder del “sistema” creció, también creció la inmoralidad de la vida de tanto aquellos que dirigían el sistema como aquellos hombres y mujeres que estaban bajo su control.
Inmoralidad Seguida por Asesinato Eclesiástico y Tortura Eclesiástica
El año 1073 fue un punto de inflexión luego de siglos de inmoralidad crasa. Una disciplina rigorosa se convirtió entonces en la norma del papado. A sus pasiones carnales, las mentes papales añadieron ansias por un poder total, tanto eclesiástico como civil. Para entonces, la línea de Carlomagno se había hecho demasiado débil para mantener controladas las ambiciones papales, y el papa Gregorio VII (también conocido como Hildebrando) fue más ambicioso que todos los que le precedieron. Él estaba convencido de que el reinado del Papa era en realidad el reinado de Dios sobre la tierra y se propuso someter toda autoridad y poder, tanto espiritual como civil, a la “sede de Pedro”. Fue Gregorio VII quien visionó lo que habría de convertirse en la vasta estructura del sistema papal. Su meta era la de llegar a ser el gobernante y juez supremo de todos los líderes, tanto de la Iglesia como del Estado. Lo que Gregorio comprendió tan astutamente fue la idea de que para poder dominar sobre la esfera civil, el papado tenía que afirmar ser Dios. Esta noción fue impulsada por su ambición demoledora, y esto, junto con la enorme riqueza que la Iglesia Católica Romana poseía para ese entonces, hizo posible su implementación. Estas astutas promulgaciones comenzaron a dar su fruto aun durante el propio reinado de Gregorio (1073-1085). Los papas Inocente III (1198-1216) y Bonifacio VIII (1294-1303) le dieron los últimos toques al poder espiritual y civil del sistema papal. El Papa Inocente II proclamó una cruzada contra los Albigenses[9] y ofreció a todo el que participase en ella el perdón de todos los pecados para poder llegar al cielo sin tener que pasar por el purgatorio. Fue una guerra perpetrada con una crueldad inimaginable. Aldeas y pueblos enteros fueron masacrados indiscriminadamente; miles de personas fueron quemadas en la hoguera, y otras fueron sometidas a las torturas más detestables. La historia de estos hechos horrendos de crueldad y asesinato se puede comprobar en base a numerosos relatos. El Papa Bonifacio VIII “era testarudo, ambicioso, inteligente, vanidoso y sin escrúpulos. Él estaba profundamente convencido de que el Papa era literalmente el Vicario de Cristo sobre la Tierra y que él poseía poderes extraordinarios. Cualquiera que se opusiese a él, se oponía a Dios y por tanto era malvado con toda certeza.”[10] Él es bien conocido por una declaración en su bula papal Unum Sanctum, que dice “Declaramos, proclamamos y definimos que es absolutamente necesario para la salvación que toda criatura humana se someta por completo a romano Pontífice”.[11] 75 papas, uno tras otro, desde el Papa Inocente III hasta el Papa Pío VII, aprobaron la tortura, el asesinato, la quema en la hoguera, y la confiscación de la propiedad de los creyentes cristianos durante los 6 espantosos siglos que duró la Inquisición. El papado sometió a creyentes verdaderos a torturas horrorosas y muertes crueles.[12]
La Gloriosa Reforma y la Malévola Contrarreforma
La Reforma del siglo dieciséis restauró a gran escala la fe bíblica que había sido proclamada por los Apóstoles. No sólo se restauró la fe bíblica, sino que a lo largo de toda Europa, el sistema papal fue devastado. Los hombres de la Reforma fueron personajes como Lutero en Wittenberg, Alemania; Erasmo y Colet en Oxford; Bilney, Latimer, y Cartwright en Cambridge; y Lefèvre y Farel en París. Estos líderes de la Reforma estaban entre los hombres de más alto calibre en esa generación. En algunos casos, como en los de Beza y Tyndale, figuraban entre los grandes hombres de las letras. La Reforma fue un despertar espiritual glorioso. La principal respuesta del sistema católico romano a la fe bíblica de los reformadores fue la Contrarreforma. Fue impulsada principalmente a través de la influencia política y académica de la orden de los jesuitas. Los jesuitas, de una manera inflexible y militante, dirigieron un movimiento para restaurar el sistema católico romano a la posición que había ocupado antes de la Reforma. La intención de los jesuitas, tanto entonces como ahora, es la de adoctrinar a poblaciones enteras. Las poblaciones que no están cimentadas en la biblia son tremendamente supersticiosas y susceptibles a la esclavitud de todas las ceremonias de las religiones sentimentales y del misticismo. Como ellos no tienen ningún conocimiento seguro de Dios (el cual sólo se obtiene a través de Jesucristo y su palabra escrita), el misticismo es muy atractivo para ellos. A tales personas, desviadas en la oscuridad espiritual, el sistema católico romano les ofrece tanto la autoridad espiritual del papa, como sus rituales y un acondicionamiento psicológico efectivo.
Hacia la mitad del siglo diecisiete, la orden jesuita tenía miles de miembros alrededor de Europa. Su misión, tanto entonces como ahora, es la de socavar la confianza en la Biblia como la palabra de Dios y extirpar los efectos de la Reforma. A lo largo de los siglos subsiguientes, se convirtieron en la fuerza más potente que papado para trastornar los principios y libertades que el cristianismo bíblico había introducido en la cultura occidental. Los jesuitas han ejercido una influencia política fuerte sobre las monarquías católicas por toda Europa. Ellos han dirigido los esfuerzos principales de la contrarreforma durante cuatro siglos apoyando la autoridad del papa, restaurando el sistema sacramental, y promulgando a muchas naciones que habían sido tocadas por los principios bíblicos de la Reforma una versión persuasiva del misticismo romano y de las supersticiones romanas. Gran parte de lo que la Roma papal ha logrado desde la Reforma hasta tiempos modernos se ha debido a la planificación, estrategia, y dedicación fanática de los jesuitas.
El sistema papal promueve su propio sistema sociocultural
El concepto del “bien común” forma parte integral de la doctrina católica social. Ellos definen el “bien común” de la manera siguiente:
“El bien común no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno es y permanece común, porque es indivisible y porque sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al futuro. Como el actuar moral del individuo se realiza en el cumplimiento del bien, así el actuar social alcanza su plenitud en la realización del bien común. El bien común se puede considerar como la dimensión social y comunitaria del bien moral.”[13]
Aquí se encuentra de manera implícita la idea de que ninguna propiedad, riqueza, ni bien, puede ser realmente poseído de forma privada. En otro lugar, se declara oficialmente que la propiedad privada y todos los bienes siempre están sujetos a regulación de manera que el “bien común” será el principal beneficiario.[14] Además, el Catecismo de la Iglesia Católica declara que:
Corresponde al Estado defender y promover el bien común de la sociedad civil. El bien común de toda la familia humana requiere una organización de la sociedad internacional.[15]
Al alinearse con las tendencias socialistas contemporáneas, el sistema espera poder alcanzar gradualmente una posición de mayor importancia en los círculos políticos, económicos y sociales del mundo secular. La doctrina social católica tiene como objetivo un colectivismo de tipo marxista en el cual cada persona tiene una porción igual del “bien común”, en base a sus supuestos derechos humanos y dignidad humana. Tal concepto le enseña a la gente a depender del gobierno civil en lugar de asumir la responsabilidad por su propia vida y por sus propias decisiones, responsabilidad que la biblia exige de cada individuo. La Biblia en ningún lugar le dice a los creyentes que dependan del gobierno para su sustento, sino que les dice que deben trabajar y buscar a Dios, quien en su misericordia proveerá para los suyos.[16] Pero si la biblia se considera irrelevante,[17] y si el evangelio es pervertido, entonces la Iglesia Católica Romana podrá una vez más tener la oportunidad de convertirse en la autoridad moral internacional que ahora afirma tener en países predominantemente católicos.
En Conclusión: La lección que debemos aprender
El sistema papal surgió bajo el imperio romano y sobrevivió a su caída. En el año 537 d.C., Justiniano creó la base legal para que el sistema papal adquiriese poderes civiles, lo cual hizo efectivamente durante los diez siglos subsiguientes. Su poder civil fue detenido por la recuperación de la biblia y del evangelio durante la Reforma del siglo dieciséis. Fue mantenido a raya por los puritanos de los siglos 17 y 18. Sin embargo, sobrevivió la caída del Sacro Imperio Romano para convertirse en un “país soberano” en el siglo 20, y ahora está en posición de continuar jugando el papel de superpotencia en el siglo presente. En la actualidad, el papa Francisco es la cabeza visible de la Iglesia Romana; pero el sistema papal sigue siendo el poder detrás del trono. El sistema papal no es ni más ni menos que la imitación satánica de la verdadera Iglesia Cristiana; de hecho, es el “misterio de la iniquidad”[18] El resultado a lo largo de los siglos ha sido el “engaño de iniquidad” de este sistema. Tal apostasía está caracterizada por hipocresía y engaño. El sistema apóstata papal, mientras que por fuera se esmera por aparentar ser justo y santo, tiene como objetivo engañar, aun a los escogidos, si fuese posible.
La verdadera iglesia es uno de los grandes misterios revelados por Dios, el cual tuvo su manifestación plena en el Nuevo Testamento como el cuerpo del Señor Jesucristo.[19] Así, pues, la Escritura proclama que “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”[20] Así es como el cristianismo verdadero está enfocado en la persona del Señor Jesucristo y no en un sistema político o eclesiástico.
Cuando contemplamos el poder, la sabiduría y la bondad del Padre celestial, contemplamos también el poder, la sabiduría y la bondad del Señor Jesucristo, ya que en cuanto mediador, él posee la naturaleza y las perfecciones de Dios en sí mismo. El Señor Jesucristo, y solo él, nos reconcilia con Dios por medio del pleno resarcimiento legal que él hizo por nuestros pecados mediante su muerte substitutiva en la cruz. No existe absolutamente ningún sistema eclesiástico que pueda redimir un alma mediante acciones sacramentales ritualizadas o de cualquier otra forma. Ni tampoco podemos justificarnos a nosotros mismos ante Dios por medio de obras religiosas, ya que siempre son realizadas de forma imperfecta y están contaminadas por intenciones enfocadas en nosotros mismos. Ningún alma podrá jamás tener paz con Dios si trata de salvarse a sí misma por medios que Dios no acepta. Únicamente la obra expiatoria que Cristo realizó al derramar su sangre en representación nuestra es capaz de satisfacer las exigencias de un Dios absolutamente santo y de su ley perfecta. La manera en que podemos ser salvos es simplemente confiando en Cristo como el Cordero de Dios. Al creer en él somos librados de la pena universal de la segunda muerte y tenemos la certeza delante de Dios de que somos aceptos en él.[21] No hay ningún otro camino de salvación que el Espíritu Santo haya validado en la conciencia de los hombres.[22] “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12) Así lo expresa su palabra: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.”[23] En definitiva, es el camino revelado es la persona gloriosa del Señor Jesucristo, quien da vida y salvación. Totalmente al contrario, el sistema papal, que promete vida y salvación, en realidad lo que provee es esclavitud, rituales e inmoralidad, y finalmente, muerte y condenación.
De no haber sido por la recuperación de la autoridad absoluta de la Biblia sola, y del evangelio de la gracia en la salvación, durante la Reforma del siglo dieciséis, la maldad y astucia del sistema papal podría haber permanecido desapercibida. A pesar de que actualmente el sistema papal se manifiesta de forma tan potente alrededor de mundo, el Espíritu Santo aún convence individualmente a los hombres de su pecado ante el Dios Santísimo, y les manda arrepentimiento para vida en Cristo Jesús, “ A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.”[24] Las temibles palabras del Señor, en Mateo 7:21, deberían resonar en los oídos de aquellos que han pasado su vida entera creyendo en el sistema religioso papal: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” Ninguna persona tendrá parte alguna con Dios en su gloria simplemente con reconocer la autoridad y divinidad de Cristo, o decir con la boca que tiene fe en su perfección y en el mérito infinito de su sacrificio expiatorio, sino solamente los que creen en Cristo como su único y suficiente salvador. El Señor expresó el mandamiento de creer en pocas palabras cuando dijo: “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.”[25] De igual manera, el Apóstol Pablo y Silas dijeron “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”[26] El evangelio de Jesucristo se mantiene firme, como también se mantiene firme el llamado de Dios sobre tu vida. ¿Conoces personalmente a Cristo Jesús? El agua de vida se te ofrece en la abundancia de la gracia, la cual sobrepasa la maldad del pecado. Así que el llamado del Señor en la Escritura es: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”[27]
Una vez que tú reconoces tu culpabilidad como pecador y crees únicamente en Cristo Jesús, únicamente por gracia, únicamente por fe, y confías en él como tu fiador y refugio ante el Dios santísimo, no solamente serás librado de tus pecados, sino que reinarás en vida “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.”[28] Los que reciben la abundancia de la gracia concedida por Cristo no solo son redimidos del reino de la muerte sino que viven y reinan con Cristo a medida que son santificados diariamente a través de su palabra por el Espíritu Santo, y por la constante comunión con él. Con él, ellos reinarán por siempre y le glorificarán por toda la eternidad. Cree únicamente en él y estarás seguro en él “para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”[29] “De manera que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”[30] ¨
Richard Bennett del ministerio “Berean Beacon” https://bereanbeacon.org/
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[1] El sistema papal ejerce potestad sobre más de mil millones de Católicos Romanos mundialmente.
[2] Vid David Yallop, In God’s Name: An Investigation Into the Murder of Pope John Paul I (Bantam Books, 1984)
[3] “Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.”Apocalipsis 17:6
[4] Vid Wylie, The History of Protestantism, Vol. I, Book I, pp. 3-14. Véase también D’Aubigne, Book I, pp.1-34. El historiador William Gilly demuestra que a principios del siglo quinto, Vigilancio, natural de Aquitania, tomó una postura firme en contra del sistema clerical que se estaba desarrollando.
[5] 1 Pedro 1:23
[6] Catecismo de la Iglesia Católica, Párrafo 1129 (el énfasis letra cursiva aparece en el original).
[7] http://w2.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2015/documents/papa-francesco_regina-coeli_20150503.html
[8] The Prophetic Faith of our Fathers, Le Roy Edwin Froom Vol. I, p. 507.
[9] Los albigenses fueron un grupo de cristianos, influyentes por sus vidas piadosas, quienes fueron condenados por el sistema de Roma. George Stanley Faber, escribiendo en 1838, da un ejemplo de la obra papal, “De acuerdo con el plan adoptado por los inquisidores de Languedoc, era moralmente imposible para cualquiera de los albigenses acusados escapar [a la acusación de maniqueísmo]”
[10] http://history.boisestate.edu/westciv/babylon/04.htm 6/3/2015
[11] Henry Denzinger, The Sources of Catholic Dogma, Revised by Karl Rahner, B. Herder Book Co., 1957), #469.
[12] Ver el video titulado “The Inquisition” (en inglés): https://www.youtube.com/watch?v=Rx8PdvOELvY
[13] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Capítulo 4, Sección II, inciso a, (párrafo 164).
[14] Compendio, Cap. 4, III, b (177, 178).
[15] Catecismo de la Iglesia Católica, párrafo 1927
[16] “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10) “Padre nuestro que estás en los cielos … el pan nuestro de cada día dánoslo hoy” (Mateo 6:11). “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? … vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6:31-33) “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5)
[17] Esto es lo que se ha estado enseñando en casi todas las universidades occidentales desde los años 1960.
[18] 2 Tesalonicenses 2:7. Esta iniquidad particular surgió gradualmente en el sistema papal a medida que el imperio romano cedió su lugar a lo que llegaría a convertirse en el “Sacro Imperio Romano”.
[19] La palabra “misterio” significa una cosa que se ha mantenido oculta en siglos pasados pero que ha sido manifestada ahora (Romanos 16:25-26; Colosenses 1:26-27; Efesios 1:9). Uno de los grandes misterios que Dios revela en el Nuevo Testamento es el misterio de la Iglesia. Es algo nuevo: la Iglesia compuesta por judíos y gentiles, una en Cristo Jesús (Efesios 3:3-6).
[20] Hebreos 1:1-2.
[21] Efesios 1:3-9
[22] Romanos 5:1
[23] Salmo 73:25
[24] Hechos 5:31; Lucas 24:46-47.
[25] Juan 6:29
[26] Hechos 16:31
[27] Apocalipsis 22:17
[28] Romanos 5:17
[29] Efesios 1:6
[30] 2 Corintios 5:17