Benigno Zuniga
Hasta pasados los cincuenta años viví en una completa oscuridad espiritual. A pesar de haber sido sacerdote por muchos años, mi conocimiento sobre Jesucristo era distorsionado y limitado. En efecto, para mí, el Cristo real de la Biblia había estado escondido bajo un manto de compleja enseñanza religiosa.
Creía que fuera de la Iglesia Católica Romana no había posibilidad de salvación y que el papa, como representante de Cristo en la tierra, era infalible. Mi lealtad era tan grande que hubiera estado dispuesto a dar mi vida en defensa del papa.
Las enseñanzas de la iglesia
Había sido educado por los padres jesuitas y decidí convertirme en monje jesuita a los dieciséis años. Estudié en Perú, Ecuador, España y Bélgica y más tarde fui ordenado sacerdote. Enseñé en colegios católicos por años, tuve una firme posición como profesor de un seminario, como capellán de la armada y como sacerdote de dos de las principales parroquias de mi país.
Como sacerdote de parroquia me dispuse a hacer oposición a los protestantes del área. Los trataba como herejes, y enseñaba a mi gente de que ellos tenían las normas morales más bajas posibles. Como algunos de los protestantes apelaban continuamente a la Biblia como fuente de autoridad, decidí escribir un libro exponiendo sus errores a la luz de la Biblia.
Las enseñanzas de Dios
Al estudiar la Biblia capítulo por capítulo por un período de tres años, recibí un tremendo golpe al descubrir que el equivocado era yo. Lejos de estar en condiciones de refutar a los herejes, me encontré yo mismo siendo refutado por mi propia Biblia Católica Romana. Comencé a ver cuán lejos de la Biblia estaban las creencias católicas. Con frecuencia, cuando estudiaba, me encontraba derramando lágrimas al pensar que había estado siguiendo sumisamente ideas humanas en lugar de las enseñanzas de Dios.
Otro efecto de leer la Biblia capítulo por capítulo fue que mi conciencia volvió a despertar. Vi que yo personalmente estaba muy lejos de Dios. Como sacerdote, proyectaba una imagen de santidad, pero en realidad daba lugar a todo tipo de pecados y vivía una vida totalmente mundana. La sotana negra que vestía simbolizaba la oscuridad de mi alma. Ninguna cantidad de sacramentos, oraciones a santos, penitencias, agua bendita o confesión de pecados a un confesor humano me podían dar la paz que mi alma comenzaba a ansiar.
Transformado por Cristo
Un día, a pesar de ser un sacerdote de más de cincuenta años, finalmente rendí mi corazón a Dios. Me arrodillé delante de Cristo, quien, aunque invisible, se hizo real y vivo para mí. Sintiéndome como nada y con dolor en mi corazón, me arrepentí de haberlo ofendido por mi espantosa vida de pecado. En mi imaginación vi la Cruz, donde su preciosa sangre fue derramada para salvarme del castigo que tan bien merecía. El resultado de esa oración fue que Cristo transformó mi vida. Me llamó fuera de la “tumba” de oscuridad espiritual y me trajo a una experiencia viva y al conocimiento de El.
El secreto de la verdadera realidad espiritual es tener un encuentro personal con Cristo por medio de una fe sincera y vibrante. Cuando Cristo toma un corazón toda otra bendición queda asegurada.
Benigno Zuñiga
El hermano Zuñiga conoció la fe bíblica en los últimos años de su vida.