La Salvación por la Gracia de Dios en Cristo

Richard Bennett

Si eres católico, ¿Podrías afirmar sin lugar a dudas que te encuentras reconciliado con Dios en este mismo momento? Tal vez puedas contestar: “Bueno, sigo las enseñanzas de la iglesia respecto a cómo estar reconciliado con Dios”. Entonces, ¿Estás de acuerdo en que esas enseñanzas deberían ser conforme a la Palabra escrita de Dios en las Escrituras? Pero si tu respuesta es “no” o “no estoy seguro”, ¿No te gustaría experimentar la paz ahora y por la eternidad?

Ya sea que hayas contestado sí o no, te encuentras en el mismo estado en el que yo me encontraba cuando era un sacerdote Católico especializado. Después de varios años de estudio para el sacerdocio en Irlanda y Roma, seguidos por 22 años como sacerdote, nunca estuve reconciliado con Dios. Como sacerdote Dominico devoto, siempre intenté reconciliarme con Dios a través de creer y seguir a la iglesia católica. Y por supuesto, yo les enseñaba a aquellos que se encontraban bajo mi cuidado a que hicieran lo mismo. Pero tan sincero como podía ser y tan duro como lo intentaba, nunca logré reconciliarme con Dios. Entonces descubrí que no es sólo posible estar reconciliado con Dios, ¡Sino que Dios desea que estemos seguros en esa posición!

Así que, te insto a que hagas lo que yo hice: Comparar las enseñanzas de la Iglesia católica en esta pregunta vital con las palabras de las Santas Escrituras.

Tu destino eterno –el cielo o el infierno— depende de cómo entiendas y escojas responder a las verdades en estos siete tópicos. Si te sientes descalificado para tal estudio, por favor toma fuerzas de estas palabras de las Escrituras: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). Dios desea que conozcas la verdad sobre cómo conocerle.

Reconciliados con Dios

Estar reconciliado con Dios es la palabra bíblica para estar justificado. El significado preciso de la palabra “justificar” es visto claramente en lo opuesto o en el contraste del término “condenar”. “Si Dios es el que justifica, ¿Quién es el que condenará?” (Rom. 8:33,34).  La condenación no es un proceso por el que una buena persona se convierte en mala, sino que es el veredicto de un juez declarando a la persona culpable. Así como el condenar a una persona no es hacerle una infusión de maldad en su interior, sino mas bien, es declararlo culpable, así tampoco puede hacerse una infusión de bondad en la justificación, sino que se declara justo al que es culpable. La justificación es esa sentencia formal del Juez Divino por la que Él declara justo al creyente delante de Él.

El autor del evangelio: Dios el Justo y el que Justifica

Es así como“el Dios de toda Gracia” [1] es el que busca, halla y que salva a Su pueblo. La justificación  es el regalo de Dios al que cree, el cual le es imputado debido a la obra consumada de Cristo en la cruz.[2]  En palabras sencillas, la justificación es el veredicto de Dios al creyente, declarándolo tanto inocente respecto a su pecado y justo respecto a su posición en Cristo ante el Dios santo. Este veredicto de Dios es legalmente posible debido a la muerte sustitutoria y resurrección de Jesucristo en lugar del creyente. La justificación es ante todo, una declaración legal al creyente. “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.” [3]

 La Justificación es el justo veredicto de Dios al demostrar que Él es el “justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús”.  Este justo veredicto de Dios es el centro de la predicación apostólica de las buenas nuevas en la Biblia. Es un veredicto justo dado gratuitamente por Dios. El apóstol Pablo lo proclama de manera enfática: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas”.[4]  La justicia de Dios es esa perfecta fidelidad a la ley de Dios de todo corazón que la santidad de Dios demanda.  Esto, el apóstol Pablo anuncia de manera entusiasta, es establecido ahora—¡pues la fidelidad de Jesucristo es revelada! Ante la santa naturaleza de Dios, el pecado debía ser castigado y la verdadera justicia establecida o vindicada.  Esto fue realizado por la fiel obediencia del Señor Jesucristo al vivir perfectamente bajo la ley, lo cual incluye su sacrificio perfecto en la cruz.  El apóstol continúa: “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”.[5]

Las buenas nuevas es que esta fidelidad absoluta de Jesucristo bajo la ley ahora descansa sobre el creyente. El creyente la posee y se encuentra cubierto con ella como si fueran sus propias vestiduras, en las palabras del profeta Isaías: “En gran manera me gozaré en Jehová… porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia”.[6]

Identificación autorizada entre Cristo y su pueblo

Dios ha cubierto al pecador que cree con la justicia de Cristo. De esa manera, cuando uno entiende que la fidelidad de Cristo es aplicada de manera vicaria al pecador por una sola acción de gracia por parte de Dios solamente[7], nos damos cuenta que Cristo satisfizo las demandas de la ley en nuestro lugar. Las Escrituras nos enseñan que Cristo fue, en un sentido exacto y estricto, el Sustituto representante de Su pueblo. Por decreto divino y por su propia voluntad, Jesucristo asumió todas las transgresiones de Su pueblo y les acreditó a ellos toda su perfección. En las maravillosas palabras del apóstol Juan: Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”.[8]

La Base para el Evangelio

La dificultad más grande a la que me enfrenté y que es la experiencia de muchos “buenos católicos”, fue el aceptar la premisa que Pablo había ya expuesto tan claramente:“No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios.”[9]

 De acuerdo con mi humana naturaleza y con todo lo que se me había enseñado, me veía a mí mismo como una buena persona y por lo tanto, como un digno candidato para la salvación. Sin embargo, el apóstol Pablo comenzó con una premisa completamente distinta, cuando claramente establecía en su epístola a los Efesios que “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.”[10]  En este pasaje, él concluye diciendo “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”[11]  Luché por muchos años antes de poder alcanzar a comprender la verdad de que, delante del todo santo Dios yo estaba espiritualmente muerto e incapaz de hacer algo para poder merecer la salvación.

 La enseñanza oficial del catolicismo romano.

La diferencia más grande entre la verdad bíblica y la enseñanza católica romana es la condición moral del ser humano y su necesidad individual de reconciliarse con Dios. Efesios 2:1 establece claramente la condición moral de una persona antes de su conversión:  “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”. Colosenses 2:13 también establece la condicion moral muy claramente “Y a vosotros, estando muertos en pecados…” Debido al pecado de Adán, todo ser humano nace en este mundo espiritualmente muerto. Romanos 3:10,11 presenta claramente la desesperante condición del ser humano: Como está escrito: “No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios.” Contrario a esto, está la proclamación de Roma:

“. . . No obstante el ser humano ha sido herido por el pecado. Encuentra por experiencia propia que su cuerpo está en rebeldía. Por lo tanto, su dignidad requiere que él glorifique a Dios en su cuerpo, y que no le permita servir a las malvadas inclinaciones de su corazón…. Cuando es atraído a pensar acerca de su verdadera esencia, se vuelve a esos profundos recónditos de su ser en donde Dios, quien conoce el corazón le espera y en donde el hombre mismo decide su propio destino a la vista de Dios”.[12]

La iglesia católica en el Segundo Concilio Vaticano también establece lo siguiente:

“El hombre obtiene tal dignidad cuando, despojándose él mismo de toda la esclavitud a sus pasiones, continúa hacia su meta a través de escoger libremente lo que es bueno, y, por su propia diligencia y habilidad, efectivamente asegura para sí mismo los medios que le convienen para este fin. Debido a que la libertad humana ha sido debilitada por el pecado, es solo por la ayuda de la gracia de Dios que el hombre puede dar a sus acciones su total y apropiada relación con Dios”.[13]

En marcado contraste con la enseñanza bíblica de que el hombre se encuentra espiritualmente muerto, la Roma papal enfatiza la dignidad y habilidad humana para escoger efectivamente el bien. Si alguien alguna vez llegara a comprender las buenas nuevas del evangelio, debiera comenzar en donde la Biblia comienza: con las malas noticias de que en y por sí mismo, el hombre no puede asegurar su propio destino ante la presencia del todo Santo Dios, debido a que el hombre se encuentra espiritualmente muerto en sus delitos y pecados.

El enfoque de la fe en los documentos católicos

La iglesia católica romana enfoca la fe de la persona para salvación hacia ella misma. Es por eso que ella dice en su Catecismo de la Iglesia Católica lo siguiente: (1994)

Párrafo 824  “Es en la iglesia que ‘la plenitud de los medios de salvación’ han sido depositados. Es en ella que ‘por la gracia de Dios adquirimos santidad’”.

Párrafo 982  “No hay ofensa tan seria que la iglesia no pueda perdonar. ‘No hay nadie, no importa que tan culpable o malvado sea, que no pueda confiadamente esperar por perdón, si su arrepentimiento es honesto”.

Párrafo 983

Los sacerdotes han recibido por parte de Dios un poder que Él no ha conferido ni a los ángeles ni a los arcángeles…. Dios en el cielo confirma lo que los sacerdotes hacen aquí en la tierra.

Si no existiera perdón de pecados en la iglesia, no existiría esperanza en la vida venidera o liberación eterna. Démosle gracias a Dios que ha concedido tal don a su iglesia”.

Párrafo 1129

La iglesia afirma que para los creyentes, los sacramentos del Nuevo Pacto son necesarios para la salvación. ‘La gracia sacramental’ es la gracia del Espíritu Santo, dada por Jesucristo y que es propia a cada sacramento

La iglesia católica condena la doctrina bíblica de la Justificación

La iglesia católica condena la doctrina bíblica de la justificación por la fe sola. Este anatema fue pronunciado en el Concilio de Trento. El dogma actual de la iglesia católica no solo se apega a las enseñanzas del Concilio de Trento, sino que también declara que tal Concilio fue infalible.[14]  El Concilio de Trento pronuncia los siguientes anatemas:

“Si alguien dice que la fe que justifica, es nada más que solo confianza en la misericordia divina la cual perdona los pecados por causa de Cristo, o que es esta confianza solamente por la cual somos justificados: Sea anatema” [maldito].[15]

El que la Iglesia católica ponga tal maldición sobre aquellos que se adhieren a la “justificación por la fe sola” es algo lógico debido a lo que ella rehúsa conceder. Para ella, la justificación no es una declaración inmediata de Dios que se recibe por la fe sola; mas bien, ella enseña que la gracia es conferida a través de sus sacramentos. De esa manera, ella es capaz de obtener un lugar necesario e indispensable como un medio por el cual, a través de ella la justicia interna es conferida.

Conclusion

Las Escrituras repetidamente afirman que nuestras buenas obras no nos sirven de nada para nuestra justificación. Un hermoso resumen de esta verdad es dado en Hebreos 1:3: “el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”[16]. El diseño de este pasaje es mostrar cuál es la imagen que el Hijo tiene del Padre.  El propósito de Dios en esto es edificar la fe del creyente, para que el creyente pueda aprender que Dios se ha dado a conocer a él solo a través de Cristo, “siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia”.  Además, cuando la Palabra de Dios declara “por medio de sí mismo” como un contraste, es uno solo y no muchos. Todos los otros medios o ayudas son excluidos al afirmar que el precio y el poder de la expiación se encuentran solo en Cristo.

En contraste, la iglesia de Roma declara una y otra vez su programa de justificación a través de un “proceso”. Así, ella cuenta con un sistema de méritos y establece la necesidad de confesión auricular con un perdón autoritativo. La intercesión de los santos que han muerto, el purgatorio y los sacramentos obviamente contradicen la suficiencia total de la obra consumada del Señor, “porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.”[17].

Si eso fuera todo, sería ya suficientemente erróneo. Tal sistema, sin embargo, el cual declara que la justificación es un proceso, también declara por implicación que el sacrificio de Cristo por los pecados del mundo no es suficiente. De esa manera, la teología de proceso de la Iglesia católica minimiza la obra perfecta del Señor. “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron”[18]

Ante el todo santo  Dios, toda persona es salvada por Su gracia solamente. Las Escrituras son suficientemente claras en Efesios 2:8,9 “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  no por obras, para que nadie se gloríe”. La gran diferencia entre la gracia y las obras es claramente demostrado en muchos textos de la Escritura. Por ejemplo Romanos 11:6 “Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia.” Son las riquezas de Su gracia el mostrar misericordia –que él es el único que salva, es el sentido total de la gracia divina.

Nos gozamos en todas las cosas, de que Dios es Todopoderoso y que hay buenas nuevas para todos los que están “muertos en delitos y pecados”. A la luz de la Palabra de Dios, sabemos que el “evangelio…. es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…”[19]  Por naturaleza somos hijos de ira y por práctica somos rebeldes en contra del Señor Dios y de Su Palabra. La justa y perfecta ley de Dios nos condena a todos nosotros y el Señor Dios no está obligado a rescatar a ninguno de nosotros de su justa ira. A pesar de nuestra naturaleza pecaminosa y pecado personal, el Señor Dios nos ha dado a su amado Hijo para todos los verdaderos creyentes. Dios es el todo santo. Su santidad es el factor determinante en todas sus características esenciales. Esta es la razón del porqué necesitamos estar reconciliados delante del Dios todo santo en los términos que Él prescribe. Vuélvete a Dios en fe para la salvación que Él solo da, a través de la convicción del Espíritu Santo, basado en la muerte de Cristo y de su resurrección y cree sólo en Él “para alabanza de la gloria de su gracia”.[20]   El comprender el evangelio nos motiva a proclamarlo en gratitud reverente “No a nosotros, Oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria,  Por tu misericordia, por tu verdad”.[21]

Cree sólo en Él y estarás seguro, siendo aceptado en Cristo Jesús para que puedas contemplar su Gloria, sabiendo que esa Gloria será por toda la eternidad. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.[22]

En la cariñosa bondad y gracia del Señor,

Richard Bennett

Contáctenos a; davieldepaz@yahoo.com


[1] 1 Pedro 5:10

[2]  Romanos 4:5-8, 2 Corintios 5:19-21, Romanos 3:21-28, Tito 3:5-7, Efesios 1:7, Jeremías 23:6, 1Corintios 1:30-31, Romanos 5:17-19.

                                [3]  Romanos 5:18.

[4]  Romanos 3:21

[5] Romanos 3:22  Existen varios pasajes en los cuales la fidelidad del Señor es mencionada. En cada caso, el nombre de Jesucristo es en el caso indicativo genitivo de que la fidelidad es una cualidad del carácter que él posee. Gálatas 2:16 es un ejemplo de esto: sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe [fidelidad] de Jesucristo”. Sabiendo que la ley debe ser cumplida para que Dios pueda declarar justa a una persona, la fidelidad de Cristo debe ser también entendida como aplicándose específicamente en este contexto.

[6] Isaías 61:10

[7] Efesios 2:8-9

[8] Juan 1:16

[9] Romanos 3:10-11

[10] Efesios 2:1

[11] Romanos 3:23

[12] El Segundo Concilio Vaticano No. 64, Gaudium et Spes, Vol. I, Sec. 14, p. 915 in Documents of Vatican II, Vatican Collection, Vol. I, Austin P. Flannery, O.P., Ed. (Wm. B. Eerdmans Publ. Co., Grand Rapids, MI 1984)

[13]  Ibid Sec. 17, p. 917

[14]  CIC, Párrafo. 891.

[15]  Henry Denzinger, The Sources of Catholic Dogma, Tr. by Roy J Deferrari from Enchiridion Symbolorum, 13th ed. (B. Herder Book Co., 1957), #822, Canon 12.

[16] Hebreos 1:3.

[17] Mateo 23:13.

[18] Hebreos 2:3.

[19] Romanos1:16

[20] Efesios 1:6

[21] Salmos 115:1

[22] 2 Corintios 5:17

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